La responsabilidad
ambiental es la imputabilidad de una valoración positiva o negativa por el impacto
ecológico de una decisión. Se refiere generalmente al daño causado a otras
especies, a la naturaleza en su conjunto o a las futuras
generaciones, por las acciones o las no-acciones de otro individuo o grupo.
Ejemplo: "La responsabilidad ambiental de las empresas petroleras es
grande debido a la contaminación del mar y las playas provocada por los
derrames".
Hans Jonas propone
un imperativo que, siguiendo formalmente el imperativo categórico kantiano,
ordena: “obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la
permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra”. Dicho imperativo se
conoce como el "principio de responsabilidad" y es de gran
importancia en ecología y derecho ambiental.
La responsabilidad
ambiental recae tanto en los individuos, como en las empresas, países y en la
especie humana en su conjunto.
En la responsabilidad
ambiental también se debe evaluar el hecho de la "reparación por daño
ambiental". Desde el campo del las ciencias jurídicas, pueden surgir
diferentes clases de responsabilidades ante este supuesto como sería la
responsabilidad civil por daño ambiental, la responsabilidad penal por daño
ambiental y la responsabilidad administrativa por daño ambiental.
Parte de esta
responsabilidad ambiental recae en las organizaciones, como principales fuentes
de contaminación ambiental. Es por esto que hoy en día las empresas deben
incluir dentro de sus programas estrategias que minimicen el impacto ambiental,
una de ellas es la política de implementar tecnologías limpias con cero
emisiones.
La tecnología
limpia en una empresa es la tecnología que al ser aplicada no produce
efectos secundarios o trasformaciones al equilibrio ambiental o a los sistemas
naturales (ecosistemas).
Este proceso de
adaptación comenzó a desarrollarse de manera palpable en los países
industrializados a finales de los años sesenta, y tomó carta de naturaleza
sobre todo a partir de la Conferencia de Estocolmo de 1972, y de la aceptación
por la OCDE, en la misma época, del principio de "el que contamina
paga". Desde entonces, todos los países industrializados han venido acumulando
una extensa normativa medioambiental para el control de las actividades
industriales, y en respuesta a la misma, la tecnología y los métodos de
producción industrial han intentado adaptarse a las nuevas restricciones,
aunque con decisión y acierto muy variables por parte de las diferentes
empresas, ramas industriales y países.
Sobre tecnologías
limpias, lo más destacable, es la reducción de los desechos no biodegradables,
y la autosostenibilidad ambiental, es decir, la reposición del gasto ecológico
causado por la actividad manufacturera. Un ejemplo, si una compañía maderera
piensa utilizar 10.000 árboles, deberá reponerlos íntegramente y además pagar
por el uso del recurso.
Las ventajas del uso de
tecnologías limpias son: desarrollo sostenible, administración limpia de
recursos. Dentro de las desventajas se encuentra: aumentos considerables en los
costos de producción y fabricación.