La cantidad de gases de efecto invernadero que un país emite
a la atmósfera depende principalmente del tamaño de su economía; de su nivel de
industrialización y de la eficiencia con la que se utiliza esta energía[1]. De
acuerdo a informes del Banco Mundial, “el vínculo entre crecimiento económico y
aumento del consumo de energía —acompañado de un incremento en las emisiones de
CO2— es directo y positivo”. La Agencia
Internacional de la Energía estimó que en el 2010, las emisiones de CO2
relacionadas con la producción de energía fueron un 39% mas elevadas que en
1990.
Los países en desarrollo concentran la mayor parte de la
población mundial aunque con una producción industrial y consumo reducidos de
energía per cápita ya que mucha gente todavía obtiene la energía principalmente
de la madera, el carbón vegetal o el estiércol.
El planteamiento economicista clásico plantea que las economías
emergentes de de estos países dependen de un consumo progresivo de energía para
garantizar un crecimiento sostenido que les permita un desarrollo
posterior. Para ello, echan mano de las
fuentes de energía de bajo precio como el carbón aunque estas sean más contaminantes.
Los países desarrollados con una menor población mundial,
siguen siendo quienes consumen la mayor parte de la energía producida a escala
global. Por lo que sus tasas de emisión
de gases de efecto invernadero son mayores y consecuentemente su responsabilidad
ante el calentamiento global también es mayor.
Afortunadamente, en estas naciones, el consumo de energía se ha
estabilizado o crece muy poco ya que la energía se utiliza con mayor
eficiencia. No obstante, hay que
considerar la participación creciente de India y China en la economía mundial,
ya que, sin ser países desarrollados, tienen tasas de emisión de CO2 bastante
considerables.
Considerando la difusión que tienen las opciones
convencionales de generación eléctrica (carbón y gas) Las aspiraciones internacionales
de limitar las emisiones de gases de invernadero suponen un freno a las
expectativas de crecimiento económico de los países en desarrollo. Además, el acceso de estos estados a
tecnologías de generación energética más limpias y eficientes, se ve limitado
por razones económicas debido a los altos costos de instalación asociados.
Si bien los países desarrollados que son grandes emisores
encabezan los esfuerzos por prevenir el calentamiento global. Esta tendencia podría provocar que dentro de algunas
décadas, sean los países en desarrollo quienes tengan una mayor tasa de emisión
de gases de efecto invernadero por lo que si realmente se quiere abordar
seriamente el problema, los primeros deben ayudar a que el crecimiento
energético en los países menos avanzados sea sostenible.
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