El incremento porcentual del Producto Interno Bruto -PIB- de una economía, se entiende como una mejora del bienestar de la población de un país y consecuentemente, del éxito de las políticas económicas aplicadas por sus gobernantes. |
Este planteamiento se asume como verdad incuestionable
porque durante los últimos doscientos años,
el crecimiento ha sido prácticamente el único índice
considerado. Si la economía crecía, había empleos, más dinero cambiando de
manos y mayores cantidades de bienes y servicios siendo intercambiados.
El crecimiento económico es un paradigma tan asimilado que
parecería ser que esto es lo que mueve la economía y no a la inversa. Sin embargo, pocos consideran las
implicaciones de la expansión continua de la economía. El crecimiento es una
variable de tipo cuantitativo que implica la existencia de límites biofísicos y
disponibilidad de recursos para continuar haciéndolo.
Para que una economía continúe incrementando su PIB,
necesita producir una cantidad creciente de bienes y servicios; para lo cual
requiere cada vez de mayores cantidades de materia y energía. Esta última
básicamente en forma combustibles fósiles. Por tal razón no es el crecimiento
económico lo que genera el bienestar de una población sino el acceso a una
fuente de energía abundante y barata.
A partir de la revolución industrial, el acceso al carbón y
al petróleo dispararon las transacciones comerciales y permitió el desarrollo
de tecnologías basadas en el uso de estas fuentes de energía. Eventualmente, algunas naciones se
beneficiaron de ello y esto repercutió en un mayor bienestar de estas
sociedades.
Si vemos la economía como un sistema vivo, podremos aplicar
ciertas reglas análogas. Los sistemas
nacen, crecen y se agotan. Cuando un
sistema dispone de “alimento” adecuado y abundante, crece rápidamente y su
crecimiento se estabiliza a medida que ese alimento se hace menos abundante
hasta que, si lo que alimenta el sistema se vuelve escaso, llega su contracción
o desaparición.
El alimento de nuestro sistema económico son los combustibles
fósiles. Casi todos los aspectos de nuestra vida están vinculados en mayor o
menor grado a ellos y hay que tener en cuenta que son un recurso finito y no
renovable en escalas cortas de tiempo por lo que en un momento u otro se
agotarán.
La actividad económica de producción y consumo, demanda cada
vez más recursos, sin tomar en cuenta que muchos de estos no son ni infinitos
ni renovables siendo esta a su vez, la fuente del deterioro ambiental que
vivimos.
El crecimiento económico no son solo cifras frías, también
es necesario considerar factores como:
1. El agotamiento de
los recursos (combustibles fósiles y minerales)
2. Los impactos
ambientales causados por la extracción y uso de los recursos (incluyendo la
quema de los combustibles fósiles)
3. La tremenda
influencia que ejercen sobre las condiciones económicas, los mercados
financieros caracterizados por la especulación que produce booms y quiebras y
por lo tanto no permite el equilibrio del sistema.
4. La acumulación de
deuda que tiene el potencial de generar gran inestabilidad política y miseria
humana.
El crecimiento económico solo puede mejorar la calidad de
vida de una población hasta un punto el cual, una vez superado, genera
deterioro de la calidad de vida pues los costos del crecimiento son mayores que
los beneficios que reporta. Esto se
conoce como la teoría del punto umbral.
Los costos no son únicamente los de producción y
amortización de capital sino también las externalidades derivadas de la
producción y el consumo. Nos referimos a
aspectos como la contaminación incluyendo la del propio cuerpo humano ya que,
tarde o temprano, es un precio que también habrá que pagar.
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