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domingo, 8 de mayo de 2016

LA ENERGÍA, EL MOTOR DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO

El incremento porcentual del Producto Interno Bruto -PIB- de una economía, se entiende como una mejora del bienestar de la población de un país y consecuentemente, del éxito de las políticas económicas aplicadas por sus gobernantes.



Este planteamiento se asume como verdad incuestionable porque durante los últimos doscientos años,
el crecimiento ha sido prácticamente el único índice considerado. Si la economía crecía, había empleos, más dinero cambiando de manos y mayores cantidades de bienes y servicios siendo intercambiados. 

El crecimiento económico es un paradigma tan asimilado que parecería ser que esto es lo que mueve la economía y no a la inversa.  Sin embargo, pocos consideran las implicaciones de la expansión continua de la economía. El crecimiento es una variable de tipo cuantitativo que implica la existencia de límites biofísicos y disponibilidad de recursos para continuar haciéndolo.

Para que una economía continúe incrementando su PIB, necesita producir una cantidad creciente de bienes y servicios; para lo cual requiere cada vez de mayores cantidades de materia y energía. Esta última básicamente en forma combustibles fósiles. Por tal razón no es el crecimiento económico lo que genera el bienestar de una población sino el acceso a una fuente de energía abundante y barata. 

A partir de la revolución industrial, el acceso al carbón y al petróleo dispararon las transacciones comerciales y permitió el desarrollo de tecnologías basadas en el uso de estas fuentes de energía.  Eventualmente, algunas naciones se beneficiaron de ello y esto repercutió en un mayor bienestar de estas sociedades.

Si vemos la economía como un sistema vivo, podremos aplicar ciertas reglas análogas.  Los sistemas nacen, crecen y se agotan.  Cuando un sistema dispone de “alimento” adecuado y abundante, crece rápidamente y su crecimiento se estabiliza a medida que ese alimento se hace menos abundante hasta que, si lo que alimenta el sistema se vuelve escaso, llega su contracción o desaparición.

El alimento de nuestro sistema económico son los combustibles fósiles. Casi todos los aspectos de nuestra vida están vinculados en mayor o menor grado a ellos y hay que tener en cuenta que son un recurso finito y no renovable en escalas cortas de tiempo por lo que en un momento u otro se agotarán.

La actividad económica de producción y consumo, demanda cada vez más recursos, sin tomar en cuenta que muchos de estos no son ni infinitos ni renovables siendo esta a su vez, la fuente del deterioro ambiental que vivimos.

El crecimiento económico no son solo cifras frías, también es necesario considerar factores como:
1.  El agotamiento de los recursos (combustibles fósiles y minerales)
2.  Los impactos ambientales causados por la extracción y uso de los recursos (incluyendo la quema de los combustibles fósiles)
3.  La tremenda influencia que ejercen sobre las condiciones económicas, los mercados financieros caracterizados por la especulación que produce booms y quiebras y por lo tanto no permite el equilibrio del sistema.
4.  La acumulación de deuda que tiene el potencial de generar gran inestabilidad política y miseria humana.

El crecimiento económico solo puede mejorar la calidad de vida de una población hasta un punto el cual, una vez superado, genera deterioro de la calidad de vida pues los costos del crecimiento son mayores que los beneficios que reporta.  Esto se conoce como la teoría del punto umbral.

Los costos no son únicamente los de producción y amortización de capital sino también las externalidades derivadas de la producción y el consumo.  Nos referimos a aspectos como la contaminación incluyendo la del propio cuerpo humano ya que, tarde o temprano, es un precio que también habrá que pagar.

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