El uso de transgénicos trae
riesgos para la salud y para el ambiente, viola derechos ciudadanos, socava la
soberanía alimentaria y consolida el control corporativo sobre el sistema
agroalimentario mundial.
Las transnacionales inventaron CT
resistentes a sus propios herbicidas. Como consecuencia, se aumenta el uso de
herbicidas y, por ende, la contaminación del ambiente y de los alimentos.
Los CT “Bt” resistentes a ciertas
plagas son plaguicidas: producen toxinas en todas partes de la planta,
incluyendo las que se come. El uso externo y puntual del plaguicida se
sustituye por su uso continuo dentro del cultivo, lo que podría significar una
adaptación de las plagas que pronto desarrollarían resistencia y se regresaría
al uso de plaguicidas cada vez más tóxicos.
La liberación al ambiente de un
transgénico puede provocar una serie de impactos ecosistémicos. Por ejemplo, el
polen del maíz transgénico (Bt) es tóxico para ciertos insectos benéficos y
exudados de sus raíces son tóxicos para algunos micro-organismos del suelo. La
presencia de toxinas Bt en los CT inhibe la descomposición de su materia
orgánica. De esta manera se desencadena una serie de efectos en cascada que
afectan el equilibrio ecológico.
Cuando los cultivos transgénicos
polinizan los cultivos naturales, los contaminan genéticamente y crean semillas
híbridas transgénicas. La contaminación genética de cultivos tradicionales es
irreversible, imposible de controlar y significa que toda su descendencia, se
convertirá en transgénicos y se perderá, para siempre, cultivos tradicionales,
y la opción y el derecho a consumir alimentos naturales. En México, centro de
origen y diversidad del maíz, la contaminación de variedades tradicionales de
maíz con maíz Bt. constituye una pérdida irreversible de este patrimonio de la
humanidad.
La contaminación de parientes
silvestres, cultivos convencionales y tradicionales con genes de resistencia a
herbicidas puede dar lugar a super-malezas imposibles de eliminar.
Todos los CT producen nuevas
sustancias que puedan causar alergias y otras enfermedades. Los CT plaguicidas
son modificados para producir toxinas que luego se consumen, pero no se ha
demostrado su inocuidad a largo plazo.
Se está manipulando cultivos
genéticamente, en particular, el maíz, para que produzcan fármacos
(anticonceptivos, vacunas, hormonas, etc.) y productos de interés industrial
(aceites) Existe el riesgo de que estos “farma-cultivos” contaminen
genéticamente el maíz para el consumo, produciendo alimentos contaminados con
fármacos y otras sustancias de uso industrial
Los virus, bacterias y su
material genético constituyen las herramientas de la ingeniería genética por lo
que se aumenta la probabilidad de la “transferencia horizontal” de sus genes a
otros virus y bacterias y la creación de nuevas enfermedades.
Los CT “terminator” son
manipulados para que no produzcan semillas viables obligando al agricultor a
depender de las transnacionales. Los genes de esterilidad pueden contaminar y
esterilizar los cultivos tradicionales y especies silvestres, conduciendo a su
extinción.
Se han creado semillas
transgénicas que, para desarrollarse, florecer, etc., requieren de insumos
químicos fabricados por las mismas compañías de semillas. Con esta tecnología el
agricultor y el país dependerán totalmente de las compañías de semillas, se
consolidará el poder de las transnacionales sobre la alimentación y se socavará
la soberanía alimentaria.
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