Se calcula que hay unas 80,000 especies de plantas comestibles,
pero solo 100 de ellas proporcionan el 90% del alimento que consume la
humanidad y de ellas, apenas cuatro: trigo, maíz, arroz y papa producen más de
la mitad de los alimentos que consume la población mundial.
El cambio de uso del suelo, la agricultura extensiva, la
contaminación química, las especies exóticas o invasoras, la caza y pesca
excesivas y la expansión urbana con la consiguiente transformación de los
ecosistemas han tenido efectos nefastos para el resto de las especies. El cambio climático es una fuente de presión
adicional que provoca la pérdida de biodiversidad al punto que la tercera parte
de todos los mamíferos, aves y anfibios podrían estar amenazadas.
La desaparición de una especie es un espiral en la pérdida
de biodiversidad pues las especies que dependen directamente de aquella, sufren
las consecuencias y también desaparecen o merma su población. Para ilustrar, pongamos el ejemplo de las
abejas. El mundo sin ellas sería un
desastre. Casi las 2/3 partes de las
plantas cultivadas destinadas a consumo humano dependen de la polinización por
abejas. Como vemos, de estos pequeños
insectos depende en gran medida la producción mundial de alimentos. Almendras, cacao, tomates, manzanas,
zanahorias, melones, naranjas así como las plantas con las que alimentamos los
animales y un largo etcétera de plantas escasearían o dejarían de existir.
Una menor cantidad de individuos supone una “simplificación”
de los ecosistemas que permite la propagación de especies oportunistas más
resistentes que crecen y compiten con las personas; como de hecho, lo hacen las
malas hierbas y los animales que infestan los cultivos. Se estima que el 25% de la producción
agrícola mundial, es consumida por las plagas. Las consecuencias para la
economía son evidentes.
Los países con mayor pérdida de biodiversidad a menudo son
los que presentan mayor destrucción de sus ecosistemas. A nivel mundial, los lugares que han sufrido
más alteraciones son Europa, que sólo ha conservado el 15,6 por ciento de sus
hábitats, el Este de Estados Unidos, China y el Sureste asiático. Por su parte,
América del Sur, con el 62,5 por ciento, y Oceanía, con el 62,3 por ciento,
constituyen las dos regiones mejor conservadas.
República Dominicana posee el primer lugar en biodiversidad de
las Antillas, y es el tercero del mundo por biodiversidad insular en proporción
a su territorio según datos del Fondo para el Medio Ambiente Mundial
(GEF-FMAM). Existe además, un alto nivel
de endemismo en anfibios y reptiles (de 60 especies de anfibios, 97% son
endémicas y de 141 de reptiles, 83% solo habitan en nuestra isla). Lamentablemente, muchas de estas especies son
vulnerables o están en peligro de extinción.
Para el año 2007, el total de especies amenazadas en el país era de 108
mientras que el balance para Haití era de 119.
La desaparición de especies y ecosistemas pone en peligro la
provisión de alimentos y agua para la población y puede provocar cambios
catastróficos que afecten el equilibrio global del planeta. Por esta razón, la protección y conservación
de la diversidad biológica, se vuelve un tema de seguridad nacional y con ese
enfoque debería ser abordado por el estado.
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