Los seres vivos requieren de
energía para realizar sus actividades básicas de crecimiento, reproducción y
sobrevivencia. Las plantas son los productores primarios que transforman la
energía del sol en energía química a través de la fotosíntesis. Primero la
molécula de clorofila absorbe la energía de la luz y divide las moléculas de
agua en hidrógeno y oxígeno. Como segundo paso, el bióxido de carbono es
transformado en carbohidratos (azúcares), es decir en moléculas mayores de
carbono, hidrógeno y oxígeno. Los
herbívoros, como consumidores primarios, se alimentan de las plantas y obtienen
de ellas nutrientes y energía, que a su vez son pasados a los carnívoros y de
éstos a los descomponedores. Al flujo de energía a través de los seres vivos se
le conoce como cadena trófica (del griego trofos, alimenticio) o cadena
alimentaria y a cada uno de los niveles por los que pasa, se le conoce como
niveles tróficos.
En cada transformación, parte de
la energía se transforma en calor (segunda ley de la termodinámica), así que
siempre habrá más productores primarios que herbívoros y siempre habrá más
herbívoros que consumidores secundarios (carnívoros) formando una pirámide
trófica.
La gran mayoría de los seres vivos
para utilizar la energía, tenemos que obtenerla de las moléculas en donde está
guardada. Los carbohidratos al ser combinados con oxígeno, se rompen,
proporcionando energía y regresando a ser bióxido de carbono y agua. A este proceso se le conoce como respiración.
Algunos organismos pueden obtener energía directamente de moléculas inorgánicas
(quimiosíntesis).
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